jueves, 1 de agosto de 2013

Esta es la primera (de muchas espero) colaboración de mi compare el Dr. Iosephus, por lo que es menester introducirlo en este sitio, pero siempre podrán identificarlo por su firma: "Iosephus Dixit".

  Lo que hacemos por un amigo.

-¿Recuerdas aquella vez en Las Vegas? ¿Cómo se llamaba esa chica?- Preguntó Barry Donaldson
-¿Cuál? ¿La rubia con el tatuaje en el cuello?- respondió su amigo Joe Porter
-Sí, justo esa. ¿Cuál era su nombre?
-Karma.
-¡Karma! ¡Claro!- respondió Barry riendo. -Vaya nombre. Raro... y extrañamente apropiado.
-Qué más se podía esperar de una stripper de Las Vegas- dijo Porter mientras daba una larga calada a su habano, sonriendo apenas a medias entre la añoranza y la indiferencia.
-Siempre se puede esperar algo más de una stripper de Las Vegas, Joe.
Afuera las nubes dejaban pasar unos pocos rayos de Sol a intervalos irregulares, filtrándolos de tal manera que el día se veía gris. Y sin lugar a dudas también se podía sentir de esa manera. Los dos amigos estaban dentro de un apartamento en un suburbio de Atlanta, fumaban habanos y bebían escocés sin hielo. No había electricidad. No la había desde hacía más de diez días. Barry y Porter habían entrado a ese lugar el día anterior para descansar y comer algo. Encontrar los habanos y el escocés era como ganarse la lotería en aquellos momentos.
-En fin, el caso es que era una bomba esa chica, Karma. ¿Recuerdas Joe?
-Sí, la recuerdo.
Porter dio otro trago al whisky que le hizo sentir una familiar calidez en la garganta acompañada de esa extraña sensación de incertidumbre porque no sabía cuándo tendría oportunidad de beber de nuevo un buen escocés. Tal vez nunca más, difícil saberlo. Barry y él eran tan amigos desde hacía tanto tiempo que Barry era la única persona que le decía "Joe" y no Porter como el resto de la gente. Ni siquiera su ex le llamaba Joe.

-Me pregunto dónde estará en estos momentos. ¿Seguirá en Vegas, o habrá vuelto al pueblito ese de Alabama de donde era cuando inició toda esta mierda?
-Ni idea, Barry. Ni idea.

Porter pensó por un momento en la chica rubia y su imagen joven, hermosa y sonriente le hizo recordar mejores tiempos, cuando las mayores preocupaciones eran las crisis en la bolsa, las ventas y de vez en cuando la cantidad que tenían que pagarle a algún político de poca (o mucha) monta para que aceptara uno de los multimillonarios contratos que buscaban colocar. Buenos tiempos. Más sencillos. La imagen de la chica rubia se borró repentinamente de su mente al escuchar lo que pareció un grito muy lejano. Barry también pareció escucharlo y ambos amigos guardaron un momento de silencio para escuchar con atención. Nada, solo el sonido leve del aire otoñal soplando entre las hojas marrones de los árboles.

Después de ese breve momento de tensión, Barry se ajustó su abrigo subiendo un poco más el cuello del mismo para aliviar el escalofrío que sintió. Luego, trató de retomar el tema:

-Bueno, espero que Karma esté bien.
-Sí, esperemos que sí. No lo creo, pero esperemos que sí.-respondió Porter.
-Diablos, Joe, ¿por qué tienes que ser tan lúgubre y negativo? No me jodas la puta fantasía. Realmente me gustaba esa chica. Y, sé que dirás que estoy loco, pero creo que yo también le gustaba. Le prometí sacarla de ahí.
-Seguro Barry, lo siento. Seguramente está bien, con sus padres y su perrito en Alabama y sí, creo que también le gustabas- respondió Porter mientras al mismo tiempo pensaba: "De la misma manera que le gustaban los otros cien tipos que se tiraba cada semana por $300 dólares la hora".

Pasaron unas cuantas horas, hablaron de algunos recuerdos de otros tiempos hasta que oscureció. Barry dormitaba por momentos, exhausto mientras Porter montaba guardia no menos cansado junto a la ventana, viendo entre las persianas de vez en cuando al percibir algún sonido o un atisbo de movimiento en la oscuridad apenas abierta cuando la luz de la luna salía entre las nubes. Lo tenía que hacer con mucho cuidado para que no se viera el movimiento en la ventana desde el exterior ni el leve brillo de la vela que tenían encendida sobre la mesa de la sala. Repentinamente, cerca del amanecer, Barry dejó escapar un gemido tenso y doloroso.

-¡Barry! ¡Barry! Tranquilo, hombre. Aguanta, trata de no hacer ruido.
-¡Joe! ¡Puta madre, Joe! ¡Es el puto dolor! Está peor... Joe, creo que es hora.

Barry estaba cada vez más pálido. El color de su piel era notorio incluso en la relativa oscuridad del apartamento. Porter vio que se comenzaban a notar venas azules en su cuello y en su rostro. Después percibió el aroma. Era discreto aún, pero ya lo podía notar. Un olor como a aceite o licor de almendras.

-Barry, escucha, necesito que muerdas este pañuelo lo más fuerte que puedas. Necesito ver la herida.

Barry lo vio desde unos ojos vidriosos y de pupilas dilatadas, suplicantes y aterrados. Barry tomó el pañuelo que Porter le ofrecía y lo puso entre sus dientes, mordiendo con fuerza. Se incorporó ligeramente en el sofá donde descansaba y desabrochó su abrigo. Porter le ayudó a quitárselo con cuidado y luego le quitó la camisa para descubrir el hombro izquierdo de Barry. Los vendajes se veían oscuros, casi negros. Joe comenzó a quitarlos poco a poco, mientras Barry mordía cada vez con más fuerza el pañuelo y soltaba leves gemidos por el esfuerzo de mantener el brazo en una posición horizontal. Por fin, Porter dio la última vuelta a los vendajes y dejó la herida al descubierto. El olor de aceite de almendras le pegó como una patada de mula en la cara. La infección era más que evidente. Los bordes de la herida se veían negros, y se podía notar una especie de pus saliendo de los agujeros en la piel. Barry vio la preocupación en la mirada de su amigo y, respirando con rapidez, escupió el pañuelo y le dijo a Porter:

-Sí, es hora, Joe. Sabíamos que este momento podía llegar tarde o temprano. Bueno, pues aquí estamos, viejo amigo. ¿Cuántas veces me has sacado de algún problema? ¿Cuántas veces te has tenido que meter en la mierda para ayudarme a salir?
-No lo sé, Barry. Posiblemente las mismas veces que tú lo has hecho por mí- respondió Porter, serio. La adrenalina comenzaba a dar vuelta a todo su cuerpo.
-Bah, hombre... para eso somos amigos. Joe, tendré que pedirte que de nuevo me saques de la mierda en la que estoy metido. ¿Lo harás?
-Seguro, Barry. Seguro.
-Bien, hermano, bien. Sabía que podía contar conti...- la frase quedó incompleta cuando un espasmo hizo que Barry arqueara la espalda de forma casi antinatural mientras dejaba escapar un gemido gutural.

Porter se levantó y vio a su amigo mientras se retorcía incontrolablemente. Los ojos de Barry se inyectaron con sangre y los músculos y tendones en su cuello se tensaron como cables de tal manera que parecía que terminarían por reventarse. Las encías se contraían dando una apariencia más larga a los dientes de Barry, en especial a los colmillos, lo que hacía que se viera como un grotesco vampiro. Barry abrió la boca para tratar de hablar, mientras veía de manera suplicante a su amigo:

-¡Por...ter!

Era la primera vez en mucho tiempo que le decía Porter. Fue suficiente para hacerlo salir de su asombro. Hizo a un lado su saco y sacó una Glock calibre 40 que portaba en la cintura, en su costado derecho y con un solo disparo le atravesó el cráneo a Barry que cayó de inmediato con medio cuerpo todavía sobre el sofá, pequeños espasmos moviéndole aún los dedos de la mano izquierda y el pie derecho. La bala entró por el lado izquierdo del hueso frontal y salió por detrás de la oreja derecha, manchando el respaldo del sofá con sesos y sangre, con un ruido de hueso roto y humedad esparcida.

Porter, se sentó y puso su cabeza entre sus rodillas, asaltado repentinamente por una sensasión de mareo y náusea. Con un par de arcadas, vomitó sobre el parquet de la sala. Respiró rápidamente tratando de calmarse. Poco a poco bajó el ritmo de su respiración y de su corazón. Escupió tratando de deshacerse del sabor de bilis mezclado con whisky que le quedó en la boca. Se incorporó y se limpió las lágrimas de los ojos, que habían salido por el esfuerzo al vomitar. Y por otras razones, por supuesto. Tenía que salir de ahí de inmediato. Alguien (o algo) podía haber escuchado el disparo. Tomó su mochila con provisiones y se encaminó a la puerta. Antes de abrirla, dedicó una última mirada al sofá. Los ojos de Barry seguían abiertos, perdidos en una mirada vacía. La boca abierta mostraba los colmillos "crecidos" y afilados mientras que sus manos ya quietas estaban torcidas y con los dedos arqueados en posiciones extrañas.

Al ver esos dientes, pensó en las leyendas de vampiros que se habían escuchado en distintas culturas desde los albores de la humanidad. Y aquí estaban, en la era moderna, en pleno siglo XXI, enfrentados a una pandemia apocalíptica. Y no, no eran vampiros. Eran algo peor.

Porter se acercó a la salida y escuchó atentamente mientras veía por la mirilla de la puerta, le pareció escuchar algo. Abrió lentamente y salió al pasillo. Parecía desierto. Se acercó a la escalera y comenzó a bajar. Al girar en una esquina al llegar a la planta baja se detuvo de repente, frío. Frente a una puerta estaba una mujer rubia dándole la espalda. Vestía una falda rosa y un sweater rojo tejido. Porter sacó su arma y le apuntó.

-Hey, señorita... ¿Está usted bien?- preguntó Porter en voz baja.

No hubo respuesta. Sin embargo la mujer se movió ligeramente, como si oliera el ambiente. Y entonces comenzó a girar despacio. Porter recordó de nuevo a esa joven rubia de cuerpo espectacular y "enamorada" de su amigo, en particular cada vez que sacaba la tarjeta platinum. Karma. Pero la ilusión desapareció rápido. La mujer se dio la vuelta y reveló un rostro ciertamente joven, pero con los músculos contraídos en una mueca semejante a una sonrisa cruel y forzada, los colmillos resaltando gracias a las encías encogidas. El ojo derecho le colgaba de la cuenca negra y le manchaba la mejilla con sangre seca y pus. El ojo izquierdo se fijó en Porter con ansiedad y hambre. La mujer levantó los brazos y extendió los dedos doblados en forma de garras gracias a la contracción de los músculos que el virus en su cuerpo había causado. Abrió la boca y dejó escapar una especie de siseo desesperante. Dio un paso hacia Porter y fue lo último que hizo en su vida. O mejor dicho, en su vida-después-de-haber-muerto. Porter jaló el gatillo y el ojo izquierdo desapareció casi de inmediato. La bala empujó violentamente el cráneo de la mujer hacia atrás, que cayó con los brazos aún extendidos.

-Karma...- dijo Porter- Al carajo. Ahora yo seré su karma, hijos de puta.

Salió, subió a un auto que tenía aún las llaves pegadas y se dirigió hacia el oeste, ya no solo para tratar de sobrevivir al apocalipsis zombie, sino para vencerlo. En nombre de Barry, claro, porque eso y más hace uno por los amigos.

Iosephus dixit.

lunes, 18 de febrero de 2013

Rafael



Solo. Piensas en tu soledad mientras sirves agua en la olla y aunque sabes que no estás completamente solo, sientes todo el peso de la ausencia sobre ti, llenando tu existencia, te utiliza como si fueras un recipiente vacio hundiéndose en una tina llena de agua, no hay espacio que quede vacio y sin embargo estas completamente a la deriva, abandonado. Solo.



Hace frío, mucho frío. Uno de los inconvenientes de vivir tan al norte del país es precisamente lo extremo que puede llegar a ser el clima, Chihuahua no es la excepción y si bien es cierto que ver nevar es una experiencia muy gratificante, después de un par de semanas con el termómetro rondando los cero grados, empieza a dejar de ser agradable. Retiras la olla del fuego y vacías un poco de agua caliente en la taza para preparar tu café, agregas un poco de leche y comienzas a mezclar el contenido, aún cuando sabes que eso no le da ningún sabor especial a tu bebida, ni le agrega mejoría alguna, no puedes dejar esa costumbre arraigada de tantos años. Una sonrisa asoma a tu rostro al pensar en que a pesar de lo complejo de la situación aún sigues siendo un animal de costumbres. Aspiras un poco del aroma del café y dejas que te envuelva en su amargo sabor ligeramente suavizado por la leche, terminas de revolver el contenido y mecánicamente tomas la olla para llenar la taza. Mezclas un poco mas, quitas la cuchara de la taza y colocas tus dos manos alrededor de la taza al tiempo que acercas tu rostro hacia ella para aspirar todo el vapor que se desprende de la bebida caliente. Sientes como el calor de la taza comienza a recorrer tus brazos y das un pequeño sorbo, la sensación de aumento de temperatura recorriendo tu cuerpo es deliciosa y repites esta misma operación varias veces, procurando terminar antes de que el frío se apodere de tu taza.



Mientras te preparas otra taza de café miras la televisión al otro lado de sala, decides encenderla con la esperanza de escuchar algo acerca de una cura o mejora en la situación que se vive desde hace varias semanas. Recorres la programación lenta y pausadamente, pero no encuentras nada que te ayude a levantar el ánimo. Al principio los noticieros recomendaban discreción antes de pasar las imágenes de los diversos ataques, ahora eso no importaba. En los 3 canales que aún seguían transmitiendo noticias de lo único que se hablaba era de la infección. Al principio decían que quizá fuera solo un embuste de alguna productora de películas que buscaba publicidad, pero bastaron solo unos días para que saliera el secretario de salud a informar que se trataba de una infección nueva, pero que ya se tenía todo bajo control. Un par de semanas después las noticias comenzaron a mostrar escenas censuradas de personas atacando a otras sin sentido, las más asquerosas eran aquellas en las que se mostraba a una o varias personas con las manos y el rostro llenos de sangre mientras devoraban animales en la calle. Si de por si era repugnante ver esas imágenes, lo que les daba un matiz mas espeluznante era el audio que las acompañaba, puesto que algunos animales aullaban o emitían sonidos terribles mientras eran devorados vivos, ya que decían en las noticias, estos enfermos solo atacaban a seres con vida. Al parecer nadie le tomo importancia a los primeros casos, lo que permitió que la infección se propagara con demasiada rapidez. Eso era algo que se apreciaba bien en una frontera como aquella. Al parecer todo empezó de este lado de la frontera, pero ¿cómo saberlo?



Al tiempo que apagas la televisión, te das cuenta de que se ha terminado el café. Le das vuelta de nuevo a la idea de que todo esto se pudo haber evitado si las personas encargadas de la seguridad hubieran hecho a tiempo su trabajo, si tan solo alguien hubiera tomado en serio los primeros brotes, sin embargo, mientras caminas por la casa llegas a la misma conclusión: esto no podía evitarse. Cuando alguien tiene una enfermedad terminal y contagiosa, no obstante que la mayoría de la gente evite a esa persona para no contraer la enfermedad o simplemente porque le da asco o repulsión, siempre habrá alguien que ame tanto a esa persona, que estará con él hasta el final incluso a sabiendas de que puede ser víctima de la enfermedad, pero y si la única cura para esa enfermedad contagiosa es matar al enfermo ¿matarías a esa persona que amas?



Cuando entras en la habitación, Rafael, el hermoso pastor ingles blanco con gris que se llama igual que tu porque a tu esposa le pareció divertido y justificaba el nombre diciendo que de todos modos cada que te llamaba para cualquier cosa, siempre venían los dos, levanta el hocico y camina moviendo el rabo alegre hacia donde tu estas. Te golpea un par de veces la mano con el hocico así que te agachas a la altura de su cabeza y comienzas acariciarlo por detrás de las orejas. Siempre has pensado que no hay mayor lealtad que la de los perros, animales nobles por naturaleza que siempre brindan su cariño y compañía. Lo abrazas cariñosamente y colocas tu cara en su lomo, sientes su calor a través del largo pelo que cae por sus costados, el te demuestra su alegría agitando con mayor fuerza su rabo mientras lo acaricias. Comienzas entonces a caminar hacia el otro cuarto, Rafael te sigue de manera automática pero a medida que te acercas a la habitación comienza a rezagarse, puedes sentir su inquietud, así que lo miras y das una palmada en tu pierna indicándole que camine contigo, el obedece con pesar y tu acaricias su pelo para calmarlo un poco al mismo tiempo que piensas en algo para calmarte tu mismo.



Notas en tu mejilla izquierda el frío de una lágrima recorriéndola lentamente. A la mitad del pasillo te detienes a ver la fotografía de las últimas vacaciones que pasaron juntos, piensas en lo maravillosa que era tu esposa, hermosa como una noche de luna de verano, delicada como una burbuja que se desprende de la espuma de mar, inquieta como el viento de otoño, alegre como la risa de un bebe. Sollozas abatido al mirar sus ojos, al recordar su pelo en tus manos, su risa, su aliento, su compañía. Rafael te mira y golpea tu mano con su hocico como queriendo consolarte, pero solo consigue el efecto contrario, lo acaricias de nuevo tratando de confortarlo un poco, el se tira de panza y te das cuenta de lo flaco que esta, lo acaricias un poco mas y no puedes evitar que las lagrimas fluyan desesperadas por tu rostro, intentas calmarte y avanzas un poco mas hacía la habitación donde tu esposa, o lo que sea en que se haya convertido, comienza a emitir un sonido terriblemente amargo al percibir tu presencia, hace cuatro días que despertó de su letargo mortuorio y no ha consumido alimento alguno, al principio eso no fue problema pero después del segundo día comenzó a quejarse de manera constante y en el estado que están las cosas no hay porque llamar la atención.



La miras por el pequeño orificio que hiciste en la puerta cuando murió, a pesar de que deseabas con todo tu corazón que no regresara de la muerte, sabías que no podías correr riesgos así que sellaste la habitación e hiciste lo que pudiste para poder vigilarla de vez en cuando, ahora está dando vueltas sin sentido por el cuarto, al principio cuando pasaba frente al espejo se quedaba un rato observando su reflejo, alguna vez intento tocarlo y al darse cuenta de la frialdad del cristal dejo de hacerlo. En el momento que se da cuenta que es observada se acerca hasta la puerta y comienza a gemir con más fuerza, golpea la madera con ambas manos, retrocede y levanta los brazos en un vano intento por alcanzarte. Te invade la rabia, el dolor, la tristeza, analizas tus posibilidades, una cura quizá, pero sabes perfectamente que eso no será posible así que sacas del bolsillo izquierdo de tu abrigo la inyección para dormir al perro, lo sujetas cariñosamente del cuello y clavas la aguja en su pata trasera, protesta un poco pero esta demasiado débil como para escapar de ti. En un par de minutos estará dormido y todo habrá terminado.



Miras nuevamente por la puerta, ella sigue ahí, inquieta, hambrienta y desesperada, los ruidos que hace son cada vez mas fuertes, te agachas y observas que la respiración de Rafael ya no es tan agitada, en unos segundos mas estará completamente dormido, te agachas, le acaricias una vez mas y te sientes el hombre mas desgraciado del universo entero, podrías haberlo dejado morir de hambre tal vez, o matarlo en lugar de hacerle esto.



Tomas su pata entre tus manos y cuando la dejas caer te das cuenta de que ya no hay reflejos, Rafael esta completamente dormido y ha llegado el momento, miras por el orificio y esperas que ella se coloque en la posición correcta, entonces empujas con fuerza la puerta y emparejas la puerta, te acercas hasta donde esta y dejas que muerda tu brazo izquierdo, entonces la empujas y luchas con ella hasta que logras atraparla con las sabanas, logras mantenerla lo suficientemente alejada de ti como para que no pueda clavarte los dientes de nuevo, sientes como la infección comienza a recorrer tu cuerpo, sientes el brazo como una braza hirviente y con gran esfuerzo sacas de tu bolsa las tres pastillas para dormir, las colocas en tu boca y te las tragas con saliva.

Transcurridos unos minutos sientes como se va aflojando tu mente, comienzas a divagar y empiezas aflojar a tu esposa que no ha parado de forcejear intentando llegar hasta ti, piensas en Rafael y te entristece pensar en que se ha de convertir en tu primer comida una vez que despiertes de la muerte, pero que podías hacer sobre todo pensando en lo difícil que ha sido conseguir comida estos últimos días…

jueves, 19 de abril de 2012

Primeros resultados


Ensayo 147
Han transcurrido 3 horas con cuarenta y cinco minutos desde que se aplico el suero al sujeto de prueba, no se observan cambios en sus funciones corporales o cerebrales, su ritmo cardíaco ha comenzado a disminuir y considerando la cantidad de suero empleada en relación con el peso y edad del sujeto, este es uno de los primeros efectos de la sustancia en el organismo.
Después de 3 horas con cincuenta y ocho minutos los resultados del encefalograma muestran una reducción casi total de la actividad cerebral del individuo, pero sus signos vitales se mantienen estables.
A las 4 horas con 22 minutos la actividad cerebral del sujeto ceso por completo y sus signos vitales comenzaron a disminuir hasta que su corazón dejo de latir 2 minutos mas tarde. En ese lapso de tiempo la temperatura aumento hasta casi 40 grados centígrados, sin que se mostrara malestar en el individuo que aparentemente se encontraba en completo reposo.
No podía dejar de sentirse incomodo y tapo la cara del hombre que acababa de morir en su mesa de ensayos, estaba consciente de que esto era algo que sucedería al comenzar sus experimentos con humanos. Miro hacia el estante donde estaba la rata del ensayo 146 que se movía inquieta dentro de su jaula. Hacía dos días que había tenido éxito en su experimento con ese espécimen, lo cual fue bastante oportuno considerando que ya lo estaban comenzando a presionar con resultados. De cualquier forma estaba inquieto, sabía que debían hacerse mas pruebas con animales antes de pasar a experimentar con humanos, pero esa era una decisión que ya no estaba en sus manos. Miro de nuevo al sujeto que yacía sin vida en la mesa y decidió que era más seguro atarlo a la mesa por si este decidía, como la rata, regresar repentinamente a la vida.

sábado, 3 de marzo de 2012

Ana


A pesar de que ya tenía cierta idea acerca de quién traía los regalos el 24 de diciembre, Ana giraba inquieta en su cama, no quería dormirse para poder comprobar si lo que le habían dicho sus compañeros de escuela era cierto, sin embargo no se sentía desilusionada, a sus 11 años y medio la inocencia comenzaba a dejar paso a la pubertad y en una ciudad como Tijuana, en la que las tradiciones locales son las del país vecino, la noche de navidad era una de las más importantes para los niños de la zona, no por la llegada del salvador de la humanidad anunciado y adoptado por la religión dominante, sino por la llegada de Santa, salvador de las grandes cadenas comerciales y adoptado por los incautos hombres deseosos de comprar o regalar el afecto que no poseen.

Sus padres la habían mandado a dormir antes de las nueve de la noche seguramente con la esperanza de que el aburrimiento lograra hacer que se durmiera pronto y así poder terminar ellos también temprano con su labor, pero ella estaba decidida  a descubrir quien le dejaba los regalos cada año, en el fondo de su corazón de niña todavía guardaba la esperanza de que santa entrara por alguna ventana de la sala, colocara sus regalos y disfrutara de una o dos galletas con leche que ella había preparado con su madre por la tarde para él. 

El reloj de Alicia y el conejo colocado en la pared frente a su cama indicaba las once de la noche cuando su padre entro en su cuarto con cierta agitación, de modo que ella no pudo simular que dormía, su padre le sonrió y se acerco a su cama, acarició su cabello y la insto a dormirse de nuevo “si no Santa no va a venir”. Ella se incorporo un poco para abrazarlo, beso su mejilla y le dio las buenas noches, el correspondió de la misma forma y camino hacia la puerta, pero antes de salir le dijo “Descansa y aunque escuches a santa queriendo entrar a la casa no bajes”. Al escuchar esas palabras Ana entendió que santa no vendría, que sus padres se encargarían como todos los años de colocar sus juguetes bajo el árbol, miro por la ventana y no obstante el conocimiento recién adquirido deseo con todas sus fuerzas que apareciera brillante el trineo rojo lleno de juguetes y poder ver al reno de la nariz roja de la canción que tarareaba cada navidad.

Despertó en la madrugada, poco después de las tres de la mañana, se enojo un poco consigo misma por haberse quedado dormida como todos los años, seguramente los regalos ya estarían en su sitio y ella, aunque ahora sabía la verdad, no había sido capaz de ver al encargado de colocarlos. Se giró en la cama y pensó de nuevo en los renos, la tenue luz de la luna se filtraba por las delgadas cortinas de su habitación reflejando las sombras de las ramas del árbol del patio trasero de su casa. Se levanto para ir al baño, si bien tenía un poco de ganas, era más el deseo de mirar sus juguetes debajo del árbol. Salió de su habitación y escucho ruidos, se acerco lentamente al balcón de la escalera y con la poca luz que se filtraba por las ventanas pudo ver una silueta agachada a un lado del árbol. Su corazón comenzó a latir acelerado, no lograba decidir si bajar corriendo para ver si era santa o esperar a que la figura, subiera a la habitación de sus padres o saliera de la casa y se subiera a su trineo a seguir con su labor. Decidió que no podía dejar pasar la oportunidad de conocer a santa y bajo despacio por la escalera, camino sin hacer ruido hasta la mesita de centro en donde habían dejado las galletas con leche, las tomo con cuidado junto con el celular de su padre, “que suerte” pensó, no solo podre conocerlo sino que le tomare una foto. Preparo la cámara de video del teléfono y camino hacia él, estaba a un par de metros de distancia cuando se encendió la luz y pudo ver a través de la pantalla del teléfono a un santa bastante delgado y sin barba que tenía al señor gato muerto en sus manos llenas de sangre, lo mismo que sus ropas, horrorizada miro a través de la pantalla del celular como colgaban de su boca pedazos de carne y entrañas del animal, alcanzo a escuchar el grito despavorido de su madre cuando el malvado santa se lanzó sobre ella, pero no pudo moverse, el miedo paralizo sus músculos y solo pudo sentir el dolor en su hombro, seguido del brusco aventón que su madre le dio para separarla de santa. Tirada en el suelo y completamente confundida, adolorida y temerosa alcanzó el teléfono empapado de leche y grabo a su madre defendiéndose de santa hasta que llego su papi y lo golpeo en la cabeza con la botella de tequila que le habían dado en la oficina como regalo navideño hasta que se rompieron la botella y la cabeza de santa.

La primera en llegar a su lado fue su madre, y ella no pudo más que preguntar si aquel era en realidad santa, su madre llorando solo atino a responder “Duerme pequeña, descansa, te llevaremos al doctor y veras que cuando despiertes ya no sentirás ningún dolor”.

Ana se desmayo entonces y cuando despertó, tal como se lo dijo su madre el dolor se había ido, solo quedaba en su ser una necesidad, comer.

jueves, 23 de febrero de 2012

Génesis


Ensayo 145
Después de aplicar la muestra a la rata blanca 604 esta no mostro señales de reaccionar al virus de forma inmediata, sin embargo después de media hora comenzó a caminar inquieta alrededor de la jaula al tiempo que sus signos vitales comenzaron a disminuir en intensidad, estando su ritmo cardiaco en niveles críticos, lo cual no concordaba con su actividad física. En el próximo ensayo habrá que colocar electrodos en la cabeza del animal a efectos de medir la actividad cerebral.
Transcurridos 45 minutos desde el momento en que se aplico la dosis al animal, su corazón se detuvo por completo, sin embargo sus extremidades aún se mantenían con algún tipo de movimiento, algo similar a un tic nervioso provocado seguramente por el virus inyectado en su organismo.
Raúl miro de nuevo al animal muerto y se froto los ojos por debajo de las gafas pensando en el trabajo que le esperaba con la formula. Se levanto de la silla y camino hasta el refrigerador ubicado del otro lado del cuarto donde trabajaba, abrió la puerta y tomo un emparedado y un refresco dietético de la puerta del costado, arranco un pedazo de pan y comenzó a repartirlo entre los ratones que tenía encerrados esperando su turno para la experimentación.
Lo malo de no ser un investigador destacado era el tener que aceptar trabajos como ese, pero como la paga era bastante buena y el no tanto, acepto prácticamente sin hacer preguntas. El proyecto era un tanto raro, había leído o visto en las películas historias en donde se buscaba crear un suero que mejorara las capacidades de un individuo para hacerlo más fuerte, más ágil, o más rápido, es decir para crear hombres con capacidades superiores que desde luego serían utilizados con fines militares. La historia del capitán América era quizá uno de los ejemplos más representativos. A él sin embargo le habían pedido lo contrario, querían que desarrollara un suero que redujera las capacidades de una persona a niveles mínimos, que pudiera moverse, caminar, entender quizá alguna instrucción, pero nada más, Era extraño que alguien quisiera algo así y aún cuando sabía que la gente para la que trabajaba era un grupo del crimen organizado, no alcanzaba a entender para que querrían un compuesto que les permitiera reducir las actividades físicas de las personas.
Cuando regreso a su escritorio reviso sus notas y pensó que debía estar muy cerca de la solución, al menos con las ratas. Sabía perfectamente que una cosa era experimentar con ratas y otra muy distinta hacerlo con humanos, las reacciones podrían variar enormemente, él sabía sin embargo que cuando llegase el momento contaría con los sujetos suficientes para realizar sus experimentos, lo cual no dejaba de producirle escalofríos, además sentía temor puesto que sabía que lo mismo que le pondrían en la mesa personas vivas para experimentar como si fueran ratas cuya vida no tiene importancia, así también podrían matarlo a el sin ningún problema una vez que completara su investigación. Intento alejar de su mente este pensamiento y comenzó a realizar algunos cálculos en su cuaderno de trabajo, corrigió algunas formulas y una vez que termino de hacer las modificaciones que considero necesarias, se dispuso a preparar la siguiente dosis.