lunes, 18 de febrero de 2013

Rafael



Solo. Piensas en tu soledad mientras sirves agua en la olla y aunque sabes que no estás completamente solo, sientes todo el peso de la ausencia sobre ti, llenando tu existencia, te utiliza como si fueras un recipiente vacio hundiéndose en una tina llena de agua, no hay espacio que quede vacio y sin embargo estas completamente a la deriva, abandonado. Solo.



Hace frío, mucho frío. Uno de los inconvenientes de vivir tan al norte del país es precisamente lo extremo que puede llegar a ser el clima, Chihuahua no es la excepción y si bien es cierto que ver nevar es una experiencia muy gratificante, después de un par de semanas con el termómetro rondando los cero grados, empieza a dejar de ser agradable. Retiras la olla del fuego y vacías un poco de agua caliente en la taza para preparar tu café, agregas un poco de leche y comienzas a mezclar el contenido, aún cuando sabes que eso no le da ningún sabor especial a tu bebida, ni le agrega mejoría alguna, no puedes dejar esa costumbre arraigada de tantos años. Una sonrisa asoma a tu rostro al pensar en que a pesar de lo complejo de la situación aún sigues siendo un animal de costumbres. Aspiras un poco del aroma del café y dejas que te envuelva en su amargo sabor ligeramente suavizado por la leche, terminas de revolver el contenido y mecánicamente tomas la olla para llenar la taza. Mezclas un poco mas, quitas la cuchara de la taza y colocas tus dos manos alrededor de la taza al tiempo que acercas tu rostro hacia ella para aspirar todo el vapor que se desprende de la bebida caliente. Sientes como el calor de la taza comienza a recorrer tus brazos y das un pequeño sorbo, la sensación de aumento de temperatura recorriendo tu cuerpo es deliciosa y repites esta misma operación varias veces, procurando terminar antes de que el frío se apodere de tu taza.



Mientras te preparas otra taza de café miras la televisión al otro lado de sala, decides encenderla con la esperanza de escuchar algo acerca de una cura o mejora en la situación que se vive desde hace varias semanas. Recorres la programación lenta y pausadamente, pero no encuentras nada que te ayude a levantar el ánimo. Al principio los noticieros recomendaban discreción antes de pasar las imágenes de los diversos ataques, ahora eso no importaba. En los 3 canales que aún seguían transmitiendo noticias de lo único que se hablaba era de la infección. Al principio decían que quizá fuera solo un embuste de alguna productora de películas que buscaba publicidad, pero bastaron solo unos días para que saliera el secretario de salud a informar que se trataba de una infección nueva, pero que ya se tenía todo bajo control. Un par de semanas después las noticias comenzaron a mostrar escenas censuradas de personas atacando a otras sin sentido, las más asquerosas eran aquellas en las que se mostraba a una o varias personas con las manos y el rostro llenos de sangre mientras devoraban animales en la calle. Si de por si era repugnante ver esas imágenes, lo que les daba un matiz mas espeluznante era el audio que las acompañaba, puesto que algunos animales aullaban o emitían sonidos terribles mientras eran devorados vivos, ya que decían en las noticias, estos enfermos solo atacaban a seres con vida. Al parecer nadie le tomo importancia a los primeros casos, lo que permitió que la infección se propagara con demasiada rapidez. Eso era algo que se apreciaba bien en una frontera como aquella. Al parecer todo empezó de este lado de la frontera, pero ¿cómo saberlo?



Al tiempo que apagas la televisión, te das cuenta de que se ha terminado el café. Le das vuelta de nuevo a la idea de que todo esto se pudo haber evitado si las personas encargadas de la seguridad hubieran hecho a tiempo su trabajo, si tan solo alguien hubiera tomado en serio los primeros brotes, sin embargo, mientras caminas por la casa llegas a la misma conclusión: esto no podía evitarse. Cuando alguien tiene una enfermedad terminal y contagiosa, no obstante que la mayoría de la gente evite a esa persona para no contraer la enfermedad o simplemente porque le da asco o repulsión, siempre habrá alguien que ame tanto a esa persona, que estará con él hasta el final incluso a sabiendas de que puede ser víctima de la enfermedad, pero y si la única cura para esa enfermedad contagiosa es matar al enfermo ¿matarías a esa persona que amas?



Cuando entras en la habitación, Rafael, el hermoso pastor ingles blanco con gris que se llama igual que tu porque a tu esposa le pareció divertido y justificaba el nombre diciendo que de todos modos cada que te llamaba para cualquier cosa, siempre venían los dos, levanta el hocico y camina moviendo el rabo alegre hacia donde tu estas. Te golpea un par de veces la mano con el hocico así que te agachas a la altura de su cabeza y comienzas acariciarlo por detrás de las orejas. Siempre has pensado que no hay mayor lealtad que la de los perros, animales nobles por naturaleza que siempre brindan su cariño y compañía. Lo abrazas cariñosamente y colocas tu cara en su lomo, sientes su calor a través del largo pelo que cae por sus costados, el te demuestra su alegría agitando con mayor fuerza su rabo mientras lo acaricias. Comienzas entonces a caminar hacia el otro cuarto, Rafael te sigue de manera automática pero a medida que te acercas a la habitación comienza a rezagarse, puedes sentir su inquietud, así que lo miras y das una palmada en tu pierna indicándole que camine contigo, el obedece con pesar y tu acaricias su pelo para calmarlo un poco al mismo tiempo que piensas en algo para calmarte tu mismo.



Notas en tu mejilla izquierda el frío de una lágrima recorriéndola lentamente. A la mitad del pasillo te detienes a ver la fotografía de las últimas vacaciones que pasaron juntos, piensas en lo maravillosa que era tu esposa, hermosa como una noche de luna de verano, delicada como una burbuja que se desprende de la espuma de mar, inquieta como el viento de otoño, alegre como la risa de un bebe. Sollozas abatido al mirar sus ojos, al recordar su pelo en tus manos, su risa, su aliento, su compañía. Rafael te mira y golpea tu mano con su hocico como queriendo consolarte, pero solo consigue el efecto contrario, lo acaricias de nuevo tratando de confortarlo un poco, el se tira de panza y te das cuenta de lo flaco que esta, lo acaricias un poco mas y no puedes evitar que las lagrimas fluyan desesperadas por tu rostro, intentas calmarte y avanzas un poco mas hacía la habitación donde tu esposa, o lo que sea en que se haya convertido, comienza a emitir un sonido terriblemente amargo al percibir tu presencia, hace cuatro días que despertó de su letargo mortuorio y no ha consumido alimento alguno, al principio eso no fue problema pero después del segundo día comenzó a quejarse de manera constante y en el estado que están las cosas no hay porque llamar la atención.



La miras por el pequeño orificio que hiciste en la puerta cuando murió, a pesar de que deseabas con todo tu corazón que no regresara de la muerte, sabías que no podías correr riesgos así que sellaste la habitación e hiciste lo que pudiste para poder vigilarla de vez en cuando, ahora está dando vueltas sin sentido por el cuarto, al principio cuando pasaba frente al espejo se quedaba un rato observando su reflejo, alguna vez intento tocarlo y al darse cuenta de la frialdad del cristal dejo de hacerlo. En el momento que se da cuenta que es observada se acerca hasta la puerta y comienza a gemir con más fuerza, golpea la madera con ambas manos, retrocede y levanta los brazos en un vano intento por alcanzarte. Te invade la rabia, el dolor, la tristeza, analizas tus posibilidades, una cura quizá, pero sabes perfectamente que eso no será posible así que sacas del bolsillo izquierdo de tu abrigo la inyección para dormir al perro, lo sujetas cariñosamente del cuello y clavas la aguja en su pata trasera, protesta un poco pero esta demasiado débil como para escapar de ti. En un par de minutos estará dormido y todo habrá terminado.



Miras nuevamente por la puerta, ella sigue ahí, inquieta, hambrienta y desesperada, los ruidos que hace son cada vez mas fuertes, te agachas y observas que la respiración de Rafael ya no es tan agitada, en unos segundos mas estará completamente dormido, te agachas, le acaricias una vez mas y te sientes el hombre mas desgraciado del universo entero, podrías haberlo dejado morir de hambre tal vez, o matarlo en lugar de hacerle esto.



Tomas su pata entre tus manos y cuando la dejas caer te das cuenta de que ya no hay reflejos, Rafael esta completamente dormido y ha llegado el momento, miras por el orificio y esperas que ella se coloque en la posición correcta, entonces empujas con fuerza la puerta y emparejas la puerta, te acercas hasta donde esta y dejas que muerda tu brazo izquierdo, entonces la empujas y luchas con ella hasta que logras atraparla con las sabanas, logras mantenerla lo suficientemente alejada de ti como para que no pueda clavarte los dientes de nuevo, sientes como la infección comienza a recorrer tu cuerpo, sientes el brazo como una braza hirviente y con gran esfuerzo sacas de tu bolsa las tres pastillas para dormir, las colocas en tu boca y te las tragas con saliva.

Transcurridos unos minutos sientes como se va aflojando tu mente, comienzas a divagar y empiezas aflojar a tu esposa que no ha parado de forcejear intentando llegar hasta ti, piensas en Rafael y te entristece pensar en que se ha de convertir en tu primer comida una vez que despiertes de la muerte, pero que podías hacer sobre todo pensando en lo difícil que ha sido conseguir comida estos últimos días…